La arte de transfigurar los objetos
Desde el inicio de su carrera, las obras de Joana Vasconcelos (Paris, 1971), reexaminan las nociones de creación y autoría y, de forma singular, se caracterizan por el “reciclaje” de objetos de uso cotidiano en obras de arte. Los trabajos de Joana Vasconcelos tratan de la esfera humana, de las relaciones interpersonales; de los individuos tanto como de los grupos sociales. “¿Son las ollas etnografía portuguesa? – se plantea esta artista – ¡No! ¿Y los cubiertos de plástico? ¡Tampoco! Son productos culturales de uso corriente, son las formas conscientemente ignoradas do nuestra vida diaria”. Así, en lugar de elaborar formas a partir de materiales en estado primario, Vasconcelos trabaja con objetos preexistentes, que han circulado ya en el mercado cultural, creando de esta forma objetos informados por otros objetos.
El curador y crítico de arte francés Nicolas Bourriaud, en su libro Postproduction. La culture comme scénario: comment l’art reprogramme le monde contemporain (Postproducción. La cultura como escenario: cómo el arte reprograma el mundo contemporáneo, 2001), defiende que las nociones de originalidad (estar en el origen de) y de creación (configurar cualquier cosa de la nada) están a punto de diluirse en una actividad de “postproducción”. Las mezclas realizadas por los DJS, al manipular e introducir nuevas transiciones en los flujos de información sonora preexistentes, serían el ejemplo por excelencia de este contexto cultural contemporáneo. El DJ utiliza fragmentos de canciones grabadas previamente para hacer nuevas composiciones. “Un DJ extrae una canción de la historia de la música y crea una nueva composición al mismo tiempo que la inscribe en una nueva categoría musical. Yo no rebusco en las obras de arte de otros, pero sí en los objetos banales de nuestra vida diaria”, afirma Joana Vasconcelos.
¿Cuál sería la diferencia entre su forma de proceder y la de un DJ?Los DJS mezclan una cosa con otra y el resultado es un nuevo producto musical relacionado con los anteriores. Yo no hago mezclas. Más bien parto de un objeto común, un zapato o unas cazuelas, objetos que no son de nadie, que son de uso normal, no de autor ni con trayectoria histórica en sí. En el candelero [la obra Néctar, de 2006, realizada con hierro y botellas de vino], por ejemplo. Se puede observar que las botellas son de lo más comunes. En candelero en sí es en realidad la idea de un objeto, sigue un concepto tipo, y está fabricado con unos materiales peculiares que lo convierten en una cosa distinta, que se sale de su marco histórico original. De este modo, lo que se consigue es el diseño de un nuevo concepto para ese objeto de uso que en la cabeza de la gente solo es concebido como un objeto tipo. Yo no mezclo los componentes, no altero su fisonomía, su identidad o su sentido, ni los transformo en otra cosa. Lo que transformo son las ideas preconcebidas comunes en relación con determinados objetos.
¿En otras palabras, usted se apropia de objetos que pertenecen al imaginario común, y los dota de otra finalidad, haciendo referencia, sin embargo, a sus propiedades originales…
Mis obras transforman la idea físicamente y de modo simultáneo crean una individualidad específica. Todo se sobrepone, se yuxtapone. No las destruyo, no las mutilo ni las altero, no cambio su identidad. Al contrario, lo que hago es afirmar la identidad de cada uno de los objetos, que no son producto de una mezcla. Esta es una característica de mi trabajo. Por otra parte, tampoco me dedico a buscar cosas con una identidad demasiado marcada. Busco cosas con un sentido más abierto, que son comunes y a las que puedo conferir una identidad distinta, “personalizándolas”. Es como si esos objetos perdieran su identidad original para adquirir una singular. Por ejemplo, el “corazón de Viana” [joya tradicional portuguesa utilizada por las mujeres para atraer la suerte al matrimonio y que Vasconcelos reproduce en su gran Coração independente dourado, 2004, utilizando hierro pintado y cubiertos de plástico] es un objeto trivial construido con objetos baladíes, y, sin embargo, acaba siendo una especie de joya muy lujosa. Al realizar este corazón de Viana con cubiertos de plástico pretendía construir un objeto fútil, una banalidad.
¿Cómo se opera esta alteración?
Se trata de destruir conceptos preestablecidos, deslegitimando aquello que está institucionalizado y desarticulando el orden impuesto. Se trata de hacer saltar lo privado al ámbito público, o bien introducir lo público en lo privado, y extraer elementos de una nivel social bajo para introducirlos en otro más elevado. Cuando se alteran los paradigmas conceptuales y se trastoca la disposición de la realidad sensible, la gente se cuestiona acerca de lo que es sensato: la filigrana que se trabaja en Viana de Castelo, de oro o de plata, ¿transformada en plástico? Luego se llega a plantear si ese objeto sintético merece ser considerado como un producto de lujo. Porque el lujo está asociado a ciertos tipos de materiales categorizados principalmente por su rareza. De repente aquel objeto se convierte en símbolo del lujo precisamente por estar hecho de plásticos. El resultado esencial es que así logramos escapar de los guetos conceptuales impuestos y el arte se democratiza, se amplía el acceso a él. Mi trabajo está relacionado con la masificación, con la idea de que todo se consume. Así que busco los productos de menos valor que consume un mayor número de personas y los transformo en piezas de lujo, cuyo valor económico se ubica en el extremo opuesto. Es decir, paso del hipermercado al museo.
Sus objetos cuestionan las tipificaciones establecidas por las normas sociales...
Cuestionan el principal “valor” de la cultura actual: el del consumismo. Las aspirinas [Sofá Aspirina, 1997, un asiento realizado con blísteres de aspirinas] y la cama de valium [Cama Valium, 1998, realizado con blísteres de pastillas de valium] critican el consumo de medicamento, de drogas. La gente consume cuestionándose muy raramente el exceso de consumo, ya sea de alcohol, de medicamentos, de ropa… Lo consumimos todo de una forma sorprendente. Mis obras se nutren de lo que todo el mundo consume. No consideramos que “consumimos” ollas o tampones, sin embargo son los objetos menos valorados socialmente, los más banales, corrientes, los que más se “consumen”, aunque solo se conceda valor a lo caro y especial. La aspirina es probablemente el medicamento más consumido del mundo. Lo único que hago es señalar este hecho común, y es a esto a lo que la gente no está habituada. Sí lo está, por ejemplo, a que se inscriba en una camiseta leyendas como “Quiero una aspirina” o “Dame un tampón”. El consumismo compulsivo se da mucho más en relación con objetos vulgares que con los de lujo.
¿Qué sitio piensas que ocupan sus obras en el contexto contemporáneo?
De alguna manera ha sido muy interesante vivir con esta particularidad: ver la sorpresa que manifiestan las personas cuando se las enfrenta a su propia banalidad y se ven en la tesitura de conceder valor a objetos de uso común, como los cubiertos de plástico, las ollas, los tampones, los animales de loza, las corbatas, los plumeros o los blísteres de pastillas. En el zapato [la obra Priscilla, 2007, hecho con cacerolas y tapas de acero inoxidable], las mujeres que gustan de la moda ven un zapato de diseño, mientras que aquellas que dan más valor a la familia, a los aspectos tradicionales de la sociedad portuguesa – que, por ejemplo, cocinan y demás –, establecen otro tipo de asociaciones y se fijan más en los diferentes tamaños de los cazos y cacerolas. Son pocas las que consiguen juntar todos los elementos y hacer otra interpretación. Solo se inclinan a ver una cosa o la otra, sin mostrarse interesadas en establecer analogías o algo similar. Se trata, pues, de permanecer entre el lujo y lo banal, en un nuevo espacio, un campo distinto en el que puedo intervenir, sin criticar ni desmentir, un sitio liminar. Mis obras funcionan como un ignición que pone en tela de juicio nuestras decisiones y afirmaciones cotidianas.
Published at Lapiz, Revista Internacional de Arte. Año XXIX, Núm. 259/260 (112-121), February/March 2010 España. Joana Vasconcelos, Coração independente dourado, 2004. © DMF, Lisboa; Priscilla (2007), Néctar (2006), Sofá Aspirina (1997). Courtesy Luís Vasconcelos, Lisboa. Traducción: Javier Bautista Vázquez.
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